¡Parecen grandes lechugas!
Esas plantas poderosas de
grandes hojas se llaman “Crepys pygmaea” – aclara Jose –; son frecuentes en
estas montañas calizas como soporte en medio del roquedo.
Estamos a punto de superar la
pedrera que nos deposita en el interior del corazón de los picos de Mampodre.
Miramos de reojo la canal directa que sube hasta el Pico de la Cruz, para
nosotros muy complicado, por aquí subirán sin duda, y sin dudar ellos, los
rebecos de firmes patas y de agilidad confiada. A nosotros nos toca descansar
un momento para admirar los Picos de Europa haciendo de hermosísimo retablo del
abierto y feraz valle que está a nuestros pies bajo la cúpula del cielo azul en
este templo de dimensiones infinitas que ante nuestros diminutos ojos parece
ocupar toda la tierra.
Sentados sobre la roca,
recién superada la pedrera, hacemos orgánico el saber que somos una parte entre
los iguales en medio de la naturaleza que unifica humanos, animales, vegetales,
minerales, agua, aire, tierra, fuego. Naturaleza múltiple que resumimos cuando
contemplamos la palabra “vida”.
Ya estamos caminando entre la
Peña del Mediodía y el Valcerrao. Habíamos leído que nos teníamos que pegar al
Valcerrao para subir más cómodos, pero a estas alturas del verano la abundante
nieve hace difícil la marcha…no importa…vamos haciendo camino al andar,
saltamos entre los riscos pequeñas cumbres hacia arriba, siempre buscando la
base de hierba que nos llevará al Collado de Valverde. ¿Acaso no hemos
aprendido con los años que lo que sirvió una vez como seguridad puede necesitar
alguna variante en otro momento? Aquí estamos Jose y yo ideando soluciones para
superar peñascos y dificultades. Cada montaña se defiende y juega con los aventureros
montañeros durante un tiempo, pone a prueba la paciencia antes de permitir el
caluroso éxito.
La búsqueda de senderos,
de soluciones, de futuro…necesita reposo y sosiego. Nosotros nos sentamos en
esta hermosura de nieve y rocas, mientras sentimos palpitar el corazón del
conjunto de los Mampodres en nuestro mismo palpitar, en el silencio de la brisa
de la montaña.
Estamos superando las rocas,
continúa la dureza de la subida; los prados verdes no son siempre alfombra de
hierba, cuesta arriba necesitamos los pies, el palo, las uñas, la alerta de
todo el cuerpo para ganar paso a paso los muchos centímetros que nos separan
del Collado. ¡Lo conseguimos esta vez y nos alegramos por ello! Nos sentamos en
el mismo verde que hace unos metros representaba sufrido esfuerzo, pero que se
ha transformado en hamaca acogedora. Desde el Collado de Valverde, mientras
mordemos lentamente la fruta de vigorizante frescor, contemplamos las bellezas
cercanas y las distantes hermosuras; a esta altura de la montaña, la belleza
cautiva todos los sentidos.
En esta fotografía,
silencio y contemplación.
La fatiga en el rostro de los
montañeros no oculta el brillo de la cara soñada tantas veces de las cumbres de
Mampodre. Ahora que estamos llegando a sus escondidos secretos escuchamos sus
palabras dormidas en el aire, desde sus diminutos cantos rodados a sus calizas
grietas, desde las deformadas sienes de sus grandes rocas al brillo luminoso de
sus tornasoles al mediodía. La cumbre, seca en su roquedo, nos habla de
acequias torrenciales de las lluvias y de ventiscas invernales cuando trabaja
en la soledad de las oscuras noches para formar siluetas, rostros, laberínticas
sonrisas en el acceso final a la montaña; hoy acoge a los montañeros con
abrazos de paz y silencio, con ojos de luz e inmensidad.
Pico de la Cruz, Olimpo del
Mampodre por donde corretean los dioses y los hombres, los azores y los
gorriones, escribe nuestro nombre bajo la sombra de otros héroes, pues venimos
hasta ti desde las mesetas y los valles de las diferentes situaciones de la
vida; llegamos olímpico Mampodre para llevar de nuevo el fuego a los humanos y
la esperanza y los sueños y las palabras de aliento.
Desde la cumbre la
contemplación se agranda hasta incluir a los montañeros en la misma naturaleza
de la que formamos parte. Estamos viendo los valles de Maraña y los cercanos
valles de León que entra en Asturias con los Picos Ten y Pileñes – buen par de
peñes, Ten pa les cabres, Pileñes pa les oveyes –; los picos del fondo son
vistas de Picos de Europa. ¿Acaso no merece la pena estar en las cumbres del
Mampodre? Seguiré contando más sensaciones y otros momentos del viaje en
sucesivos textos.
Javier Agra.
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