miércoles, 7 de noviembre de 2012

TEJOS DE VALHONDILLO


Nosotros fuimos. Si quieres ir a ver los tejos milenarios de Valhondillo, aparca el coche en el kilómetro treinta y cinco y medio de la carretera que une el Puerto de Cotos con el monasterio del Paular. De allí sale una senda que baja hacia el río…

Las sombras de los árboles bailan entre nosotros mientras pasamos buscando la paz y algún sendero escondido; la naturaleza me ha dado la semilla del conocimiento y la luz de los caminos. Sombras y árboles son armonía de nuestros pasos esta mañana de iluminada montaña. Somos un grupo de aventureros… hoy parecemos más peregrinos tras la sabiduría de la tierra. Hoy no escalaremos otras cumbres que las del gozo y la unión armoniosa con cada palmo de la vida que bulle entre la maleza, camino de los tejos milenarios de Valhondillo.


Cobijado entre las sombras del valle del Lozoya se esconde un grupo de tejos…dicen que uno de ellos supera los mil quinientos años…dicen que está entre los tres más viejos de España… dicen que ha visto tantos fríos y tanta angustia que llora, durante la noche, agua salada sobre el río Angostura…dicen que ha visto tantos corazones enamorados y tantas esperanzas entusiasmadas que ríe, en las madrugadas, canciones y romanzas. Fríos no de nieve, no; con ese frío bien pueden los tejos de fiera corteza; lo no han podido superar en tantas décadas de vida son las caras ateridas por el miedo y la persecución…dicen que quedan pocos tejos en la sierra, en las naciones cercanas porque ha sido más fuerte el dolor que el consuelo…y dicen que estos permanecen como canto a la esperanza porque quieren contar a los humanos que más allá de las penas son canciones de vida florecida y de resurrección a la ilusión de una vida compartida.

La parada de la manzana bajo los milenarios tejos de Valhondillo.

Tejos de Valhondillo junto a las aguas antiguas de rumores añejos; sagrados tejos, sentados a la sombra de vuestros años quiero preguntaros por los siglos donde la sangre se vertía entre tus aguas con furiosa venganza; por los siglos en que la paz se hizo rezo en tus eremitas sombras de huertos entre las riberas milenariamente silentes de tus pupilas doradas, tejos de agua que marcan la pausada cadencia de mis pasos entre la luna y la esperanza; quiero preguntaros por el presente sin magia, de medicamentos y sueños terapéuticos, de deseos y frutos de vida eterna.

De entre todos los tejos de la zona, este es el más longevo.

Más allá de las frondosas riberas, de entre las peladas cumbres de la Cuerda Larga bajan cantándolos arroyos; nosotros somos navegantes de la naturaleza y entonamos himnos de humanos, perros, aves, vegetación y vida entre los que se llaman Valhondillo y Zorras, antes de unirse entre los helechos y los pinos en el río Angostura antes de que el Lozoya sepa su nombre. Volvemos a casa contando entre multitud de acebos mientras aves ponen los coros de musical brillo y llevan entre sus patas semillas y frutos variados porque han entendido que la vida en la montaña es convivencia y necesita tiempo y silencio para crecer entre el verdor, la luz y la paz.


Javier Agra.

sábado, 3 de noviembre de 2012

PIPA: LAS COSAS PEQUEÑAS


Me llamo Pipa: soy una golden retriever silenciosa – seguramente muy pocos podrán reproducir ni aún recordar mi ladrido contundente y barítono – He paseado por las últimas estrellas y los primeros rayos de la aurora  en este mes de noviembre entre la nieve brillante de las cumbres y el sol que aún calienta nuestra mirada, mientras la niebla de la mañana saltaba de las hojas a la atmósfera invisible. A mi lado pasea este hombre que vive en mi casa y a quien acostumbro dejar que me acompañe cada mañana. 

Yo sonreía a las urracas que buscaban su desayuno entre las hierbas y los frondosos arbustos de la ciudad. Las diminutas piedras también sabían que habían podido nacer para crecer inmensamente y formar edificios elegantes, por eso se sentían tan diminutas, por eso lloraban rocío de madrugada. Mientras paseo, gozo conversando con las cosas pequeñas; muchas veces el hombre que va conmigo me mira de reojo – tal vez para que yo  no me sienta observada –; pongo mi hocico muy cerca de alguna hierbecilla que está sola, o de un trozo de plátano olvidado  como resto de merienda y les hablo quedo al oído para consolar su soledad y su miedo.

Esta foto la sacó Indiana Forti. Una tarde de otoño me pidió que posara para ella.

Las cosas pequeñas de la tierra lloran durante la noche – cuando los humanos duermen sueños de hadas y bambalinas – porque quisieran ser grandes y majestuosas; por la mañana, igual que yo, todos los perros del mundo, les hablamos palabras de consuelo. Esta mañana, el hombre que saco de paseo, me preguntó qué les digo para que se animen. Le respondí que son consignas secretas entre los diferentes seres de la tierra pero que, en esencia, tenemos que recordar que todo lo que es grande y poderoso llega, con el tiempo, a ser miseria y olvido; añadimos que es importante buscar la fuerza de la unidad y la felicidad en cada momento que uno está viviendo. Yo, que me llamo Pipa desde hace más de doce años, ya he experimentado la disminución de la fuerza, pues algunas veces me flaquean las patas traseras y hablo entonces de cuando era joven y subía a la sierra.

Por esas cosas pequeñas sonrío y susurro a las urracas, a las piedras, a las hierbas y a cuantos seres diminutos y solitarios encuentro en el paseo de  cada madrugada. A mi lado, el hombre que vive en mi casa, pasea y escucha las grandes lecciones de las cosas pequeñas.

Javier Agra

jueves, 1 de noviembre de 2012

¡A LAS MACHOTAS!


Aún ronda el silencio en nuestras calles vigiladas por la luna entre bostezos; la Sierra seguramente estará a esta hora roncando los primeros poemas, aquellos que durante siglos despiertan a las rocas, a los árboles, a las aves y a toda la naturaleza. La sierra es sosiego y armonía, pasean juntos el calor y la nevada, las avecillas y los fieros buitres, las lagartijas de cola juguetona y los zorros de ojos asombrados. Silencio y sosiego en las nocturnas calles y en los primeros traqueteos de suelas y autobuses.

Cincuenta y un corazones saltan entre el bullicioso descubrimiento y la ilusión de un encuentro armonioso con la naturaleza allí donde el Escorial se hace uno con la Sierra, allí donde la hierba deja paso a la piedra diminuta y vertical – toda la naturaleza apunta con suspiros hacia el cielo –, allí donde los robles de barbas milenarias y respiración inmensamente pausada hacen de las primeras pendientes una promesa de eternidad.


Hemos sobrepasado la Silla de Felipe II. Se han sentado los muchachos uno a uno con unción, risas nerviosas, corazón festivo, ilusión de Sierra en las entrañas. Se han sentado sobre los siglos de piedra mirando al pasado de los libros y los exámenes; pero hoy son ellos el monarca del imperio de sus sueños, capitanes de las naves victoriosas de su futuro, adalides de la paz conquistada en los ojos serenos, familiares, limpios de pereza y brillantes de proyectos.


Es momento de un breve descanso. Siempre es oportuno agruparse cuando el grupo es numeroso, saber unos de otros, cuidar unos de otros; sentados a las sombra de algún arce y de los últimos robles monte arriba, contemplamos con unción la roca que esculpe sobre la cumbre la imagen del monje en permanente oración: cuenta la leyenda que hace siglos subió hasta la cumbre para rezar…añade la leyenda que no ha bajado desde entonces y allí continúa en oración meditativa junto a la naturaleza…Seguramente es oportuno tener diferentes ocasiones de recordar que somos naturaleza y abrazo de eternidad…continúa su estatua de piedra allí donde la alabanza es vida, poesía, mito y épica.


Aquí estamos. Cincuenta y una esperanzas en la cumbre de las Machotas; modesta altura de la sierra de Madrid en la castellana tierra sin límites ni cadenas; hemos venido desde lugares lejanos, desde diferentes orígenes, suspirando diversos circuitos de sol y nieve, hoy todos somos del mismo pueblo y del mismo sentimiento, todos hemos llegado a la cumbre hasta rozar el vértice geodésico, hasta lo más alto; cincuenta y una manos tendidas sin diferencias ni ataduras; cincuenta y un corazones con lumbre de mañana eterno.


Javier Agra.

martes, 23 de octubre de 2012

AMA DABLAM


Ama Dablam es la montaña que hace fondo de pantalla de mi blog. Lo escribo para que se sepa y para agradecer a la persona que cuida la imagen de mis escritos y de muchos otros aspectos de mi vida. Seguramente sin ella mi caos sería más agrandado que el baile de las nubes entre las que respira vida el Ama Dablam.

Por otra parte se que ese es el nombre de la montaña porque me lo ha dicho Jose.

Con casi siete mil metros de altitud es una montaña de gran belleza pero modesta, porque se encuentra cerca del Everest y en ese entorno cualquier altura menor de los ocho mil metros, resulta modesta. Así es la curiosa manera de medir las cosas en la generalidad de los humanos; ¿No es diminuta una gota de perfume que exhala magnífico aroma en un gran espacio? ¿No es acaso diminuta la gota de polen de la flor que produce un inmenso dulzor?

Situada en la parte este del Himalaya de Nepal (capital Katmandú), en castellano Ama Dablam significa algo así como “El collar de la madre y de la perla”. La perla estará formada por su glaciar que cuelga entre brillos iluminados. Dablam es también la caja que adorna el cuello de las mujeres serpas ¡Claro que me gustaría pasear su falda! ¡Claro que disfrutaría bajo su caricia! Sin embargo, nunca podré ascender su inmensidad por altura y por dificultad técnica: el Ama Dablam es intangible y soñada para mí; como el rayo de luna de Bécquer al que nunca se puede tocar por más que uno se fatigue en la persecución constante. Allí está entre la sonrisa que sube del valle del Khumbu, cuna de la etnia de los afamados serpas de amabilidad y hospitalidad contrastada.

En mis múltiples ascensiones y cumbres de montaña, nunca he utilizado cuerda y para ascender esta cariñosa montaña es imprescindible su utilización y buen manejo; como se necesita ser ágil y fuerte. ¡Cumbre ideal como es en España el Naranjo de Bulnes, o tal vez el alpino Cervino o el Alpamayo en los Andes! ¡Cumbre de ensueño y de mis duermevelas! Yo, que me precio de conocerme a mí mismo, me contento con verla de fondo de pantalla. Conocerse a uno mismo es una de las tareas más necesarias y más útiles; de este modo siempre podremos extraer lo mejor que tenemos dentro para unir nuestra vida a todas las vidas y empujar hacia la libertad y hacia la luz.

Siempre quedarán para mí otros paseos más solazados, siempre tendré acceso al silencio meditativo que se respira en todo el pueblo de Thyanboche y su monasterio budista. También ahora saltan a mi memoria diversos monasterios cristianos donde el silencio, la oración, el trabajo y la paz han construido los siglos de sus laboriosos claustros.

Fondo de pantalla: Ama Dablam.

Javier Agra.

viernes, 28 de septiembre de 2012

PIPA: PENSAMIENTOS


Ahora, que es temprano y el sol aún está adormecido en su carro de caballos alados, pienso, mientras aspiro el aroma de la hierba recién regada, en la multitud de personas que veo cada mañana pasar por delante de mis ojos. La mayoría me saluda, me cuenta sus aspiraciones; la mayoría deducen que estoy cansada del camino y de los años. Yo se que el pensamiento es reposo y necesidad y siento dulzura en las miradas, sonrío y las fauces se amplían como si quisieran imitar a un cocodrilo; pero yo se que, en los años de existencia que hasta hoy he consumido, nunca he asustado a nadie más que algún pusilánime incapaz de asumir que todos – perros, humanos, piedras, aves, árboles, llovizna… – formamos parte de la misma naturaleza integrada.

Con frecuencia, entre toque y toque de guitarra, me tumbo y rumio pensamientos.

De los que pasan veo su corazón; limpio…desconcertado…estupefacto…triunfante…A veces tengo la sensación de participar en el bíblico festín de Baltasar y releer las letras del anuncio del desastre final sobre los muros de cal (tal como cuenta el profeta Daniel 5, 1-31): se han terminado los días de tu civilización, la balanza no puede con tu arrogancia y se romperá la seguridad; tendrás que comenzar nuevamente a construir desde un corazón limpio aceptando otras formas de pensar y de actuar.
Tumbada en la hierba descubro que ayer es pasado, hoy es otra vida con las mismas aspiraciones idólatras de todos los siglos: el dinero es nuestro becerro de oro mientras los libros permanecen cerrados entre la pátina y el polvo de alguna estantería. ¿Estuve aquí hace tiempo, en otra vida? Parece que suenan en mis orejas los mismos discursos de todos los siglos. Es el día del silencio de los oradores; que se callen, que se callen los oradores y podamos así escuchar la voz de la tierra.
Vamos a pasear cuando el sol ya empieza a bajar, hacia la vertical de los chopos y más allá. Y yo sigo llamando a la luz.
Javier Agra.

sábado, 15 de septiembre de 2012

ARRIBES DEL DUERO: MIRANDA DO DOURO


Las ninfas juguetonas del Egeo se han desplazado a estas grutas adiestradas por el Duero, quieren un tiempo de reposo y vacaciones por los Arribes del Duero; puesto que son tan mitológicas y tan livianas recorren los mares y las montañas más deprisa que las tormentas y el pensamiento. Pero al llegar a Miranda, en la frontera entre Portugal y España, es tal su embeleso que deciden sacar sus tenues velos de las maletas y poner nido entre las aves rocosas, para ver como nadan las bogas y los barbos; los tritones les son muy familiares; pueden desplazarse montadas en las comadrejas y deben cuidarse de los buitres que no saben de cortapisas mitológicas; dormirán después en los fornidos nidos de las águilas. La belleza del paisaje ha enamorado a las ninfas y a otros mortales que pasaban las jornadas de descanso por estos lugares.

Familiares y amigos hacen piña en el Castillo de Braganza.

Llegamos desde el castillo de la ciudad portuguesa de Braganza. Castillo recio que mantiene inconclusas las peleas de antiguos guerreros, hoy dedicados al comercio y a la agricultura por ser labores más creativas. Llegamos a Miranda donde el castillo es solamente unas paredes en ruinas con su pozo artesano vacío de agua, lleno de misterio y épica; Miranda de pasados siglos y ciudad nueva, ambas partes unidas y mirando al Duero; podría haberse quedado dormida en el Medievo, pero sus raíces florecen en edificios nuevos. Murallas, catedral, edificio antiguo para cobijar un hospital nuevo. Medievales puertas dan entrada a parques modernos. Cabalga Miranda, sobre una colina, a lomos del Duero.

Casa del Parque. Centro de interpretación de los Arribes del Duero, en Fermoselle.

Seguimos. Vamos hasta el embalse de Fermoselle, el de los doscientos metros de altura, gozamos las vistas con la boca abierta y nos acercamos al pueblo; más arribes y una casa de interpretación de los Arribes del Duero. Pueblo levantado sobre una ladera interminable desde el Duero hasta el cielo.

Coro de jóvenes cantores entre las piedras de la historia de los Arribes del Duero.

Y los Arribes que no terminan, siguen lentos más allá de las puestas de sol, de las lluvias y de los vientos. Las ninfas del Egeo han encontrado en estas tierras, soledad y misterio. Tal vez las lágrimas de Níobe estén petrificadas para siempre en estos hermosos arribes, tan lejanos de aquellos parajes donde nacieron las mitologías. Tal vez las lágrimas de Níobe hayan producido estas heridas oquedades en la roca; tal vez aquí resuenan para siempre las melodías libres de las ninfas, las sirenas, las lamias y las valquirias… (¡Curioso! ¿Solamente cantan las deidades femeninas? Porque los faunos tocan la flauta, pero no cantan).

Se ha puesto el sol. Duerme Miranda do Douro entre la fantasía mitológica del tiempo y los sonidos permanentes del bullicio de la jornada recién terminada.

 Javier Agra.  

lunes, 10 de septiembre de 2012

ARRIBES DEL DUERO: LOS PUEBLOS DE LA RAYA


Si paseas, amigo lector, por los Arribes del Duero desde las tierras de Zamora, tendrás tiempo de conversar con el arrendajo y el azor, podrás mirarles a los ojos y descubrir en el brillo de su mirada el profundo misterio de los siglos. Tendrás tiempo de conversar incluso con el pasado remoto y con los días recién terminados. Porque la soledad de aquellos peñascos invita a conversar y a estas alturas de la vida, cuando dedicas tiempo a este lento sosiego, ya has aprendido que es necesario platicar en silencio con las aves y las rocas, con la vegetación y con el agua.

El Puente Pino tiene un solo ojo para cruzar el Duero. El agua está aún más abajo.

El agua del Duero allá abajo. Curvas y más curvas antes de pisar el Puente Pino…no importa si hasta aquí has venido algún rato en auto-stop – los Arribes son muy amplios para recorrerlos a pie –. En las cercanías debes echar pie a tierra, caminar sobre sus cien años de historia y detenerte en su mitad para escuchar las viejas consejas de tantas personas que pasaron, por aquel lugar, el Duero a través de pequeñas barcas. Te dirán del esfuerzo de los siglos, de cómo era necesario detenerse en medio de la subida pues la cuesta y la carga eran pesadas; te dirán cómo subían con más ánimo cuando el objetivo era visitar a su amor al otro lado del divisorio y unificador río.

Desde el Puente Pino se ven muy bien amplias zonas de Los Arribes del Duero.

Entre Aliste y Tras Os Montes tenemos una “raya”. Sin apenas darte cuenta, porque el sol de la tarde estará ya de conversación contigo, te habrás adentrado en los pueblos de la comarca de Tras Os Montes en Portugal. Allí aprenderás que para los habitantes de la “raya” no existe la frontera; solamente es “una raya” imaginaria que lleva siglos sin ningún significado porque ir de allí o venir aquí no significa visitar el extranjero, es solamente seguir caminando y disfrutando del mismo sol, el mismo aire y la vida común que unifica a todas las criaturas de la tierra.

Estos, que hoy son corrales, fueron antaño viviendas y casas familiares.

Cuando esté cayendo el sol, puedes llegar hasta Moveros – en Zamora – donde el sosiego se hace artesanía de siglos, donde el barro se transforma en belleza por efecto de hábiles manos, del calor amoroso del fuego, de la paciencia…Podrás ver calles de asfalto con reminiscencia de siglos, mientras escuchas en el aire el crujir de los carros. Detente, viajero lector, ante alguna casa antigua donde muchas generaciones hicieron posible que hoy se hayan construido modernos edificios y tiendas y casas con sombra en el postigo. Si estás cansado, cena y duerme; mañana será otro día para seguir paseando, amigo lector, por los Arribes del Duero.

La cerámica de Moveros tiene fama y nombre en el mundo. Coloco esta foto de un niño de mi casa que está iniciándose en la  hermosa tarea de dar vida al barro de la tierra.

Javier Agra.

domingo, 2 de septiembre de 2012

ARRIBES DEL DUERO: DESDE LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL CASTILLO



 Ermita de la Virgen del Castillo en Fariza – Zamora –

A las orillas del Duero llegó caminando la Virgen del Castillo una tarde de junio por aquellos tiempos en que las guerras aún atronaban las fronteras de los ríos; los cristianos más arriba del Duero, por abajo las tropas del islam. Las tardes se presentaban sangrientas porque los dos bandos querían dominar. Un pastor de las tierras de moros se enamoró de una pastora cristiana de Fariza:
“Mal camino llevamos, amiga; por nuestro amor nos pueden matar”.
“No temas, amado mío, a los cuchillos del mal. Si nos quitan aquí la vida nos veremos en el más allá”.
Las tropas les están cercando y la cristiana valiente buscaba camino para escapar.
“Dame la mano, mi moro, huyamos por el peñascal”.
“Mi cristiana, te doy la mano y la vida, que no me la han de arrebatar”.
Desde Duero hacia las alturas suben los enamorados, con las tropas detrás.
“Detén a tus huestes, rey cristiano, no mates a mi musulmán”.
“Vuelve al campamento, rey moro, que a mi cristiana me quieres arrebatar”.
Y dicen que en estos peligros bajó una gran dama, con traje de luz celestial,
tomó de la mano a los amantes y los llevó hasta la cima, a través del encinar.
Por abajo se baten dos bandos con derramamiento de sangre y con llanto sin final; mas los dos enamorados se instalaron en aquellos lugares, escondidos por la señora, hasta la guerra terminar.
De aquellos amores de antaño nacieron, ya en tiempos de paz, cabañas de pastores y casas para habitar; hoy son varias poblaciones descendientes de los amores y de las ansias de paz.

Vista de los Arribes del Duero desde la Ermita. España y Portugal son tierras cosidas por las agujas del tiempo con los hilos que bajan por las riberas del Duero.

Siglos más tarde, llegamos Jose y yo por aquellos lugares y nos quedamos admirados de tanta hermosura reposando allí siglos y lunas. Lo cierto es que un señor de Cuzcurrita nos indicó el mirador de la Virgen del Castillo como el mejor lugar desde el que disfrutar de la vista de los Arribes. Saliendo de Fariza hacia Mámoles, enseguida sale una carretera bien indicada a mano derecha que lleva hasta la Ermita de la Virgen del Castillo. Nosotros no llegamos a saber si el enclave perteneció primero a Cuzcurrita o ya nació siendo de Fariza, sabemos no obstante de su belleza. El sosiego de la explanada y la sombra de higueras y olivos invitan a la meditación y a cantar al amor, a la paz y a la libertad como hicieron, hace muchos años, los enamorados del cuento que acabo de narrar y que no he encontrado en ningún archivo ni en la voz popular. Pero yo estoy convencido de que fue un buen inicio para aquellos parajes donde el Duero se frena y mira a lo alto para ver los “Viriatos” de la romería de junio.

Conversan el Duero y el Santuario para dar esperanza a las gentes que se acercan desde los pueblos vecinos y a quienes llegamos desde lejos; nos dan esperanza y ánimo a quienes sabemos que los problemas humanos eran los mismos hace mil años que esta mañana; a quienes podemos pensar que es tarde para actuar pero es nuestro momento de actuar, que han pasado muchas cosas malas paro que es nuestro momento de intervenir. Conversan el Santuario y el Duero, de madrugada, antes que canten los gallos y comiencen a moverse los habitantes del lugar y los turistas de la lejanía.

Vaya usted a saber si no seremos descendientes de los amores de aquellos moros y cristianos que hace más de mil años buscaban su querencia entre riscos y rebaños de las pacientes ovejas.

Javier Agra.

miércoles, 29 de agosto de 2012

GREDOS: PICO MOREZÓN


A esta hora mágica de la tarde, escucho cómo ríen las montañas con su despertar; oigo cómo el agua de agosto cae de bruces sobre las lívidas lagunillas del arroyo del entre suspiros de necesidad; percibo a la reseca hierba sollozar lágrimas de anfibios entre las brillantes piedras del fondo de algún manantial remoto. Nuestras pisadas son un canto añadido al coro sinfónico de necesidad, ansia y sosiego de naturaleza que ríe en las montañas.
Cumbre del Morezón.
Nos sentamos en la cumbre del Morezón donde hemos llegado más felices que cansados; terminar las tareas es una necesidad en estos días en que la tierra es un desierto de creación de fantasía; pero nosotros, los seis, estamos con el espíritu vivo y la mirada limpia barriendo desde nuestros pies hasta el lejano horizonte y así lanzamos una esperanza -¿fugaz, integra?- más allá de las preocupaciones de cada jornada.
Desde Madrid y desde Navarrevisca en Ávila llegamos a la Plataforma de Gredos con mucha ilusión y algún bocadillo. Las botas puestas, las mochilas ajustadas, solamente falta comenzar la ruta. Donde quedan los coches en el aparcamiento no se ve la cumbre del Morezón; pero sabemos que hemos de dejar el Puerto de Candeleda a nuestra izquierda, a nuestra derecha la senda que lleva al Refugio y la Laguna Grande de Gredos; por eso caminamos ladera arriba por Los Colgadizos, más altos que el Arroyo de las Pozas.
Fernando y yo – pareja de juglares –, María y David – pareja de felicidad –
Caminamos entre bromas, entre hierbas, entre historias que han sucedido los días que llevamos sin vernos,  entre cuentos y consejas de los pueblos de la zona, entre el canto de algún ave solidaria que pone música a nuestro afán y trinos a nuestro silencioso pensamiento. Estamos en el mullido suelo de lo que fue verdor allá en la primavera; grupos de retama salen a nuestro encuentro y nos comentan las tiritonas de las largas madrugadas de deshielo; sobre las Paredes Negras brilla verde el musgo agarrado a lo que otrora fueron hilos y aún chorros de agua; la Barrera de las Pozas es una cortina de zafiros; arriba el cielo de un azul inmenso agrandado más allá de lo que alcanza nuestra vista aún limitada por las paredes del pequeño circo que forman las montañas ante nosotros.
Desde la cumbre del Morezón: Casquerazo, Cuchillar de las Navajas, Almanzor.
Un paso más y estamos sobre las primeras cumbres. El Cerro de la Cagarruta nos ofrece una hermosa visión de la Cuerda del Refugio del Rey, más lejos asoma la Mira y Los Galayos. De modo que, animados por tanto gozo de luz, damos con nuestros pasos cerca del Risco del Fraile y subimos, pisada a pisada, hasta el Morezón linterna que iluminó los sueños de hace muchos días cuando pensamos en esta ruta. La cumbre del Morezón es una dulcísima visión del circo de la Laguna Grande, coronada por el Almanzor, el Venteadero y la Galana. Ante tal visión, Fernando nos cantó una melodía social de un nombrado cantautor; Jose nos recordó a Cela en su libro de viajes “Judíos, Moros y Cristianos” que habla de la Laguna Grande como de un inmenso riñón de agua nítida y bien filtrada, de agua tan bella y pura que casi dan ganas de bebérsela; David entonó el Canto a la Libertad; María, José Sánchez y yo nos quedamos callados dando comida a las cabras que llegaron hasta nosotros con inmensos ojos de súplica.
La cabra inclina la cabeza en señal de pleitesía y ruega alimento: ¡por las altas hermosuras de Gredos!
Después de soñar y comer lo que el estómago nos permitió, regresamos por la inmensa vista de las lomas del Morezón hasta Cuento Alto; desde allí llegamos a la Fuente de los Cavadores, en el camino que nos unió a los viajeros que volvían de la Laguna Grande. Reposadamente cruzamos el Prado de las Pozas – donde antaño era costumbre pagar un peaje de cinco pesetas para acceder a los hermosos paisajes que hoy hemos visto sin más pagos que nuestro esfuerzo y el empuje de los ilusionados corazones – y llegamos de nuevo a La Plataforma. Coche, café y casa.
Javier Agra.

jueves, 16 de agosto de 2012

PICOS DE EUROPA: PICO TESORERO


Pico Urriello, Morra, Campanarios, Tiros Navarro.
A la sombra de la gorra, la brisa y el sol son una bendición a esta hora en que estamos dando cuenta de las viandas en el Collado de Horcados Rojos. Un grupo de chovas piquigualdas aletean y saltan a nuestro alrededor. Jose y yo sabemos que es una costumbre dejar alguna miga para que las aves también puedan comer, a cambio ellas nos hacen acrobacias y sombras chinescas como si el esfuerzo realizado nos diera derecho a participar del teatro colorido de la naturaleza.
Al fondo el Tesorero, nuestro objetivo de esta jornada.
Hace ya cinco horas que iniciamos nuestra marcha desde El Cable. La mañana estaba bulliciosa a finales de julio en Picos de Europa. Nuestro interés era llegar al Pico Tesorero. Hasta la Vueltona, prácticamente, el silencio de nuestras pisadas acompaña a otras pisadas silenciosas, porque todos estamos sembrando el corazón entre estas piedras de caliza milenaria, porque todos queremos lavar y labrar nuestro espíritu con el sosiego de la eternidad recién amanecida.
Innumerables granos de arenisca y pequeñas rocas han puesto tienda a nuestro paso, nos ofrecen sus escasísimas y diminutas flores y acompañan nuestra lentitud con la cadencia de su oración de hace siglos. Por fin una sombra en medio de la subida justo antes de ignorar la salida hacia el argayo de la Canalona – algún montañero seguirá hoy esa rienda camino de Peña Vieja –; descansamos y seguimos…el murmullo se ha transformado en lumbre, el sol ha puesto una sucursal en Cabaña Verónica y, desde allí, irradia oro y llamaradas a todos los rincones.
El comienzo de la ascensión es un laberinto: senderos, hoyos, rocas, murallas…la intuición nos señala la mejor ruta en esta base abierta del Pico Tesorero. Es necesario caminar y elegir, es necesario tomar decisiones y continuar…la meta está en lo alto…una equivocación…nuevo impulso. Ya llegamos a Los Urrieles con la roca horadada haciendo un capricho de la caliza. Ya ponemos nuestros pies en la loma que apunta directamente hacia la cumbre.
Pirámide final. Nos faltan unos noventa metros.
-          Aquí – me dice Jose – cuentan los libros que comienza un laberinto.  
-          Yo tengo tan enrevesada la cabeza que todo me parece laberinto.
-          Elijamos bien el camino – indica Jose –.
-          Jose habla como los filósofos de toda la historia humana: ¡elegid bien el camino!
Dejamos las mochilas, nos prepararnos para el trepe. Arriba la cumbre; bajo nosotros Cabaña Verónica y una inmensidad de Picos de Europa.
Llegamos a una plataforma donde dejamos las mochilas hasta que bajemos de vuelta. Aquí una nubecilla hizo de sombrajo para nosotros mientras Los Picos se ampliaban en numerosísimas cumbres que Jose me describía con brillo emocionado en la mirada y entrecortada respiración; yo nada añadía a su didáctica montañera, nada añadía porque nada sé y porque solamente tenía tiempo para calmar poco a poco la respiración fatigada de la ascensión.
En la cumbre. Jose toma el testigo mientras vemos tras él, inamovible y fiero, el Pico Urriello.
La cumbre nos miró con mimo, en la altura se cruzaron nuestros ojos enamorados: allí la cumbre cercana, aquí nosotros solamente humanos y, además, un poco asustados. ¡Saltad hacia vuestra izquierda! ¡Librad, por un corte que está a vuestra izquierda, esa roca gorda que tapa vuestro paso! – Era la cumbre quien nos estaba guiando –. ¡Gracias, tus indicaciones nos hacen más fácil la venturosa aventura! Pero ni así resultó sencillo. Un paso nos llevó a una grieta de ascenso y otro segundo, cuando ya nuestro espíritu caminaba entre el temor y la búsqueda, nos posó en los brazos pétreos y firmes de la cumbre del Pico Tesorero. Allí bailó nuestra alma, allí nuestro espíritu entró en éxtasis, allí toda la tensión de la subida fue armoniosa canción.
Desde la cumbre vemos cercano el grupo del Llambrión. Con Torre Blanca, Tiro Tirso, El Llambrión, La Palanca.
La grandiosa hermosura de Picos de Europa está ante nosotros más allá del Collado de Horcados Rojos mientras comemos unas viandas a la sombra de la gorra.
En Horcados Rojos -con el Pico Tesorero al fondo- comenzó nuestra ascensión, aquí nos sentaremos en cuanto pueda moverme – la pose no es tanto para la fotografía que está haciendo Jose, cuanto para tomar resuello y compostura –.
Javier Agra.

lunes, 13 de agosto de 2012

PIPA: LA FELICIDAD ES UNA ACTIVIDAD


El viento de la noche ha dejado Madrid con regueros de hojas caídas. Ulular de fantasmas más allá del espacio y del tiempo, llevan a las menesterosas hojas en busca de sus amores aún antes del otoño; simples en su vida, adelantan el impulso volador de su final solidario. Esta mañana, los termómetros, vuelven a los susurros diarios después de tener bocanadas de cieno y de misterio. En el parque, donde paseamos con nuestros dueños, los chopos retoman en susurro de sus ramas inquietas aún por el temor violento de la noche pasada; ahora conversan desde la quietud y la soledad de su altura. Las hojas de los chopos son los violines de las alturas.
Las urracas, los mirlos, los gorriones y los perros conversamos con los inmensos chopos del parque de añoranzas y de promesas, mientras sonríen nuestros dueños porque no saben de nuestras palabras y de nuestros donaires de educado galanteo.
Le cuento a los árboles que son felices porque la felicidad es una actividad. Son felices porque siempre ponen en acto sus posibilidades de desarrollo personal, porque así se comunican entre las plantas en todo momento, así están creándose y están creando. Yo se lo digo a la gente con quien me cruzo, a las personas con quienes vivo y le digo a este hombre, que pasea conmigo, que se decida ya a escribir algo sobre el pico Tesorero –antes de que se le olvide la experiencia – esta mañana que el viento de la noche ha dejado Madrid con regueros de hojas caídas. 
 Esta foto ya tiene sus años. Es de cuando María y yo éramos aún cachorras.
Javier Agra.